Ciudades, pueblos, islas, universidades, barrios… en transición. Iniciativas lideradas por las propias comunidades, por la propia ciudadanía, con el objetivo de transformar las comunidades, los entornos, y hacerlos más resilientes. Todas ellas se enmarcan dentro de lo que conocemos como el Movimiento de Transición.
Este movimiento comenzó de la mano de Rob Hopkins en 2006 con la aparición de Transition Town Totnes. Desde entonces, las iniciativas se han multiplicado por todo el mundo, especialmente en los países anglosajones. Aunque en los últimos años el mensaje ha ido calando poco a poco en nuestro país y han aparecido diversas iniciativas vinculadas a este movimiento. Hopkins, en su libro The Transition Handbook: from oil dependency to local resilience, explica cómo nuestros entornos urbanos son muy poco resilientes ante dos de los grandes retos a los que nos estamos enfrentando: el pico del petróleo y el cambio climático.
Nuestras sociedades son altamente dependientes de los combustibles fósiles, en especial del petróleo. Tanto para desplazarnos y producir energía, como para fabricar y transportar los bienes que consumimos, requerimos de esta materia prima. Pero los combustibles fósiles son recursos no renovables, y mucho antes de que se agoten, sufriremos los impactos de lo que se denomina el pico o cénit del petróleo, por ser el recurso más utilizado, pero también se habla del pico del carbón o del gas. El pico del petróleo es el momento en el que la extracción de este combustible llega a su punto máximo y empieza a descender, siendo cada vez más cara su producción, incrementándose los precios y aumentando la población sin acceso a este recurso. Esto no solo supone que tengamos que dejar el coche aparcado o la calefacción apagada, sino que en una ciudad, altamente dependiente del exterior, sufriríamos enormemente las consecuencias en aspectos tan básicos como la alimentación, ya que el modelo agrícola imperante necesita este recurso tanto para la fabricación de fitosanitarios, como para el combustible de la maquinaria agrícola y del transporte desde su lugar de origen hasta su lugar de venta.
Por otra parte, los impactos del cambio climático cada vez son más y mayores: inundaciones, sequías, huracanes, temperaturas extremas… Es necesario disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar que el cambio climático se agrave, pero también crear la capacidad para reaccionar adecuadamente y adaptarse a los cambios futuros. Los entornos urbanos se enfrentan a grandes desafíos y sólo haciéndolos más resilientes podrán afrontarlos con éxito.
Para construir entornos urbanos más resilientes el Movimiento de Transición hace hincapié en el empoderamiento de la ciudadanía y su capacidad de transformación, y en la relocalización de los flujos metabólicos y relacionales. Si se hace partícipe a la ciudadanía, ésta será capaz de reconocer los problemas que les afectan y desarrollar soluciones al respecto, se incrementa su capacidad de reacción, aprendizaje y adaptación. Si producimos y consumimos productos cercanos al lugar en el que vivimos disminuimos el consumo energético y nuestra dependencia de ecosistemas lejanos y de los combustibles fósiles. En definitiva, incrementamos la resiliencia del ecosistema urbano.
La propia ciudadanía pone en marcha estas iniciativas, aunque buscando siempre alianzas con las instituciones locales. Plantean que el cambio empieza en las mismas personas que habitan esa ciudad. Para construir ciudades más resilientes es necesario fortalecer el sentimiento de comunidad. Aumentar la diversidad de recursos, de empresas, de personas, de usos del suelo, es decir, aumentar la diversidad de respuesta ante los cambios. Y, sobre todo, relocalizar el sistema, fomentando la autosuficiencia y el autoabastecimiento de la ciudad. Para ello inciden en temas como la movilidad, la producción de alimentos, la eficiencia y ahorro energético o la economía local entre otros.
En todo el mundo son cientos las iniciativas que han surgido bajo esta denominación. En España, existe la Red de Transición que lleva a cabo eventos, cursos y proyectos de investigación para promover el movimiento en nuestro país. Aunque es difícil contabilizar el número de iniciativas que han surgido en nuestro territorio, podemos citar algunos ejemplos en Cataluña (Cardedeu, Vilanova i la Geltrú, Argelaguer), Sevilla (La Puebla de los Infantes), Valladolid (Portillo) y Madrid (Zarzalejo, Móstoles o la reciente Arganzuela en Transición, que celebraba su acto de presentación hace unas semanas). A todas ellas hay que sumarles las numerosas transformaciones urbanas que hay a lo largo y ancho del territorio español que sin saberlo e, incluso, sin conocer el Movimiento de Transición, están aplicando sus mismos principios. Huertos urbanos, grupos de consumo, bancos de tiempo, monedas locales, mercados sociales, cooperativas… Todos ellos apuestan por la creación de comunidad, la producción y consumo local de alimentos, la economía local y social y el aprendizaje colectivo, construyendo poco a poco sociedades y ciudades más resilientes.
Si queréis saber más sobre el Movimiento de Transición os invitamos a asistir el 1 de diciembre a las jornadas que organiza el Colegio de Ambientólogos de Andalucía (COAMBA) en Sevilla.
Entrada publicada simultáneamente en la web de la Revista Ciudad Sostenible el 30 de noviembre de 2016.