Se acerca la convocatoria de la Semana Europea de la Movilidad, a celebrarse en buena parte de nuestros pueblos y ciudades entre los próximos 16 a 22 de septiembre. El lema propuesto desde la UE para esta edición es Movilidad inteligente, Economía fuerte, dando una muestra clara de los enfoques más actuales en el tratamiento de la sostenibilidad: énfasis en la economía frente a la crisis (como si ésta fuese sólo económica) y promoviendo la inteligencia (como si ésta no existiera). Vamos a centrarnos en esta última.
Uno de los mantras actuales es la innovación, como expresión de esa inteligencia, que más que una característica propia es una cualidad moldeable, a la vista de las estrategias que se empeñan en aumentarla y asociarla a todo tipo de temas. Ahí están las ciudades inteligentes o smart cities, con las que gracias a aplicaciones informáticas y manejo de los big data nos auguran un funcionamiento más eficiente y sostenible de las ciudades. Y, en parte, podemos creer en ellos. Sobre todo en el ahorro de costes que puede suponer un control telemático del alumbrado público o de los flujos de abastecimiento de recursos y recogida de residuos. Una mejora eficiente, pero a tenor de las inversiones que precisan, no sabemos si sostenible. Para nosotros la ciudad inteligente es aquella que tiene una ciudadanía inteligente. Nos gustan más los smart citizens que las smart cities. Y eso no significa que lo sean por tener altos niveles educativos y culturales: en la universidad se reproducen los mismos patrones insostenibles de comportamiento que en el resto de instituciones (el profesorado y demás personal universitario usa más el coche que los estudiantes, a pesar de tener un mayor nivel educativo). Nuestra idea de inteligencia, enfocada a la sostenibilidad, es la que permite congeniar las necesidades de las personas con sus soluciones o satisfactores sin comprometer las de otros para hacerlo. Y eso implica reflexionar primero sobre la necesidad que sobre el satisfactor. Lo importante es poder desplazarse, no tener coche. Eso es lo que han debido pensar las personas que cada vez más usan la bicicleta como medio de transporte en nuestras ciudades. Aunque el criterio económico también les puede haber servido: es mucho menos costoso mantener una bici que un coche. Este es uno de los ejemplos de innovación ciudadana que nuestras ciudades precisan para aumentar su resiliencia, siendo la innovación, junto al capital social, uno de los factores a tener en cuenta en las estrategias de aumento de la resiliencia urbana.
Innovación, inteligencia, capital social nos lleva a hablar de participación ciudadana, un elemento clave de transformación urbana. En el pasado Foro de las Ciudades fue uno de los temas clave y en el que tuvimos ocasión de aportar, colectivamente, un granito de arena a su promoción. En los meses previos al foro Transitando coordinó un grupo de reflexión sobre “Ciudadanía en acción: transformando el espacio urbano”, en el que participaron representantes de la Fundación Kaleidos, Paisaje Tranversal, Vivero de Iniciativas Ciudadanas, la Red de Huertos Urbanos Comunitarios de Madrid, Altekio y expertos en la temática como Manuel Calvo y Andrés Walliser. Como producto de la reflexión se redactó un documento resumen que contiene una breve descripción de la situación actual de la innovación ciudadana en el entorno urbano, un decálogo de ideas claves para su promoción así como el listado de experiencias que han servido de base para la reflexión y que esperamos que inspire a los responsables, técnicos y políticos, de nuestros pueblos y ciudades, que también han de ser objeto de programas de educación ambiental, como ya hemos defendido anteriormente. Y así lo haremos en nuestro próximo curso “La transformación socioecológica de los entornos urbanos” que lanzamos con Ecologistas en Acción del 17 de octubre al 2 de diciembre de este año.
Artículo originalmente publicado en la web de la Revista Ciudad Sostenible el 4 de octubre de 2016.