A continuación compartimos la entrada publicada en nuestro blog de la web de la revista Ciudad Sostenible, “La educación ambiental al servicio de la ciudad sostenible ”, el 24 de abril de 2015.
Los que rondamos la academia acabamos siempre enzarzados en debates conceptuales y marcos teóricos y aunque intentemos escapar de ellos, a veces, resulta difícil. En ámbitos o doctrinas recientes como la educación ambiental es prácticamente imposible. Pero vamos a intentarlo. No vamos a polemizar sobre qué es la educación ambiental o si es lo mismo que la educación para la sostenibilidad. Centremos el asunto en cómo debe ser la educación ambiental que nos ayude a transitar hacia una ciudad sostenible. O, si se quiere, hablemos de una educación ambiental urbana.
Partimos de un tratamiento ecológico de la ciudad y, como tal, que preste atención a su relación con el entorno. En ningún sitio mejor que en una ciudad podemos ser más conscientes de la responsabilidad que tiene el ser humano de alterar la naturaleza hasta el punto de haber sido capaz de convertirse en el principal agente modelador del relieve terrestre y de haber alterado la composición atmosférica del planeta con su consecuente cambio climático. Simplificando, los problemas ambientales tienen hondas raíces urbanas. Y también se sienten en las propias ciudades.
La educación ambiental urbana debe parar y revertir la expansión urbana, el proceso que nos ha alejado de nuestro modelo de ciudad mediterránea -compacta, compleja, densa y diversa- y nos ha llevado a un modelo de ciudad dispersa -monofuncional, segregadora y despilfarradora de recursos-. Para eso debe hacernos entender y comprender la integración de las actividades urbanas en el complejo funcionamiento de la naturaleza. Que el ecosistema urbano sea un ecosistema más, que encuentre el equilibrio con el resto de ecosistemas naturales. Pero también ha de mirar en su interior para que su funcionamiento se asemeje a estos últimos. El funcionamiento de las ciudades es fruto del entramado de los procesos ecológicos, sociales y económicos. Por tanto, la educación ambiental urbana ha de orientarse a que esos procesos sociales, económicos, políticos y culturales se desarrollen en equilibrio con el funcionamiento de la naturaleza: cierren ciclos en vez de dejar flujos abiertos; fomenten la cooperación frente a la competitividad; se basen en recursos renovables y sin agotar sus tiempos de recuperación; sean más eficientes en su consumo y recuperen las pérdidas debidas a la transformación de recursos; persigan procesos antes que productos; miren a medio y largo plazo y a gran escala y no solo atiendan al aquí y al ahora; aumenten la resiliencia de los sistemas y minimicen su insostenibilidad.
Por tanto, no es suficiente con que la educación ambiental urbana nos enseñe las especies de árboles o pájaros que (mal)viven en nuestras ciudades. O que nos muestre cómo separar los residuos en los distintos contenedores. Debe mostrarnos cómo los modelos de ordenación urbana derivan en pautas de movilidad basadas en el uso del vehículo privado motorizado y por tanto del consumo de combustibles fósiles. Cómo las pautas de consumo han de satisfacer nuestras necesidades vitales y no ser generadoras de necesidades superfluas: lo importante no es tener coche sino poder desplazarse. Que estas pautas se basen en los recursos locales, sin importarlos de otros sistemas y sin exportarles los residuos y la contaminación. Que piensen en reducir y no en reciclar. Para todo eso, la educación ambiental urbana ha de generar una organización social que sea capaz de retroalimentar el funcionamiento del ecosistema urbano para mantenerlo en equilibrio con la naturaleza. Y eso pasa por crear comunidades, donde la participación se materialice más allá de votos o quejas. Donde la ciudadanía sea protagonista del diseño y disfrute de la ciudad. En definitiva, de llenar las ciudades de vida, que es lo que hace que las caractericemos como ecosistemas.
Si, nos hemos entretenido en debates teóricos… En siguientes entradas seremos más prácticos, expondremos ejemplos de prácticas de educación ambiental urbana. Mientras tanto, podéis acompañarnos en la última sesión del curso de Movilidad urbana sostenible del próximo 28 de abril en La Casa Encendida, y que hemos titulado La participación y la educación ambiental al servicio de la movilidad urbana sostenible. Os esperamos.