A continuación compartimos la entrada publicada en nuestro blog de la web de la revista Ciudad Sostenible, “Resiliencia, una propiedad necesaria para la ciudad sostenible”, el 15 de abril de 2015.
En los últimos años, el término resiliencia se ha ido haciendo hueco en los discursos que hablan sobre sostenibilidad. A pesar de su uso cada vez más frecuente, es una palabra que genera controversia, debido a sus múltiples significados y al uso que se le da desde las diferentes esferas científicas y empresariales, en ocasiones tergiversando su significado para ajustarlo a los propios intereses económicos.
En esta entrada hablaremos concretamente de resiliencia urbana desde una perspectiva ecológica, partiendo de que las ciudades son un tipo más de ecosistema, tal como explicábamos en nuestra entrada anterior.
Procedente de las ciencias físicas, donde hace referencia a la capacidad de un material para volver a su estado original después de haber sido deformado, en ecología la palabra resiliencia aparece por primera vez en los años 70, para describir la capacidad de un sistema para absorber una perturbación y continuar con su funcionamiento. Posteriormente, el término ha evolucionado, principalmente,en dos direcciones:
- Los ecosistemas tienen un único punto de equilibrio, aquel que conocemos como el clímax del ecosistema, es decir, el estado más avanzado de la sucesión ecológica. La resiliencia sería la capacidad del sistema para volver a su estado de equilibrio después de una perturbación y podría ser cuantificada como el tiempo necesario para volver a dicho equilibrio. Esta definición corresponde a lo que se denomina resiliencia de ingeniería.
- Pero, teniendo en cuenta que estamos hablando de sistemas complejos en constante cambio, regulados por infinidad de variables diferentes que dan como resultado múltiples estados de equilibrio, es imposible predecir cuál va a ser la evolución de un ecosistema. La resiliencia en este contexto es definida como la capacidad de un sistema para absorber una perturbación y reorganizarse a medida que sufre los cambios, manteniendo su principal estructura, funciones, identidad y ciclos de retroalimentación. Estamos incluyendo en su definición la idea de adaptación, aprendizaje y auto-organización, y no sólo se tiene en cuenta la resistencia al cambio. En este caso hablamos de la resiliencia ecológica. Qué factores favorecen la resiliencia ecológica y cómo medirla o cuantificarla es algo que trataremos en próximas entradas.
En relación a la sostenibilidad urbana, el concepto de resiliencia ecológica incide en la necesidad de conservar y mantener aquellas funciones y servicios de los ecosistemas que son necesarios para el bienestar humano. Podemos construir una ciudad muy eficiente energéticamente, con pocas emisiones contaminantes o en las que se maximice la reutilización y el reciclaje de residuos, pero si no se tiene en cuenta su resiliencia ante cualquier perturbación, como una crisis económica, un desastre natural o el agotamiento de algún recurso, no podremos mantener esa situación en el tiempo. Si tomamos como referencia la definición de desarrollo sostenible del Informe Brundtland, “la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, podemos concluir que el concepto de resiliencia incide especialmente en el carácter duradero de la sostenibilidad.
Como ejemplo de la importancia que está cobrando este nuevo enfoque para la sostenibilidad podemos mencionar varias iniciativas de carácter internacional que giran en torno al concepto de resiliencia, como la Resilience Alliance, el congreso anual Resilient Cities, o el Movimiento de Transición, conocido originalmente como Transition Towns y del que hablaremos en próximas ocasiones.