A continuación compartimos la entrada publicada en nuestro blog de la web de la revista Ciudad Sostenible, “La educación ambiental al servicio de la ciudad sostenible ”, el 11 de junio de 2015.
La resiliencia es una propiedad de los sistemas complejos, como son los entornos urbanos, referente a su capacidad para adaptarse a los cambios. Las ciudades para ser sostenibles deben ser resilientes pero, ¿cómo conseguimos este objetivo?
Para fomentar la resiliencia urbana hay que fomentar aquellos factores que sabemos influyen positivamente en ella. Son numerosas las investigaciones [1] que a través de casos de estudio concretos han identificado qué aspectos favorecen la resiliencia. En el diagrama anterior hemos intentado sintetizarlos y mostrar las interrelaciones existentes entre ellos.
Analizándolo desde el punto de vista teórico puede parecer un tema complejo, pero cuando ponemos los pies en la tierra y buscamos estos elementos en nuestras ciudades, podemos encontrar ejemplos de iniciativas, proyectos y aspectos de la vida urbana que sin ser conocedores de ello están poniendo su granito de arena en la construcción de resiliencia. Ligar la teoría con ejemplos reales de construcción de resiliencia es lo que vamos a intentar hacer tanto en esta entrada como en sucesivas.
Según su definición, la resiliencia tiene que ver con la capacidad de autoorganización del sistema, con la rapidez y diversidad de respuesta y, sobre todo, con la capacidad de las personas que habitan las ciudades para responder a los cambios e incertidumbres que acechan los entornos urbanos. Por tanto, la pregunta es, ¿cómo conseguimos incrementar la capacidad de autoorganización y rapidez de respuesta de los sistemas urbanos y, concretamente, de la ciudadanía?
En el diagrama hemos remarcado aquellos factores que según diversos autores [2] son los que fomentan la resiliencia urbana. Estos son: la diversidad, la modularidad, los ciclos de retroalimentación, el capital social y la innovación. Tranquilos, en siguientes entradas explicaremos de forma más detallada cada uno de estos factores y cómo se relacionan entre sí. En líneas generales podemos decir que una ciudad es más resiliente cuando:
- disminuye su dependencia del exterior y aumenta su autosuficiencia en la producción y consumo de recursos (aumenta la modularidad del sistema y se acortan los ciclos de retroalimentación);
- existe una gran diversidad de elementos urbanos y la ciudadanía es capaz de responder adecuadamente ante las incertidumbres gracias a la diversidad de colectivos organizados (aumenta la diversidad del sistema);
- y existen vías y cauces de participación de la ciudadanía en la gestión urbana (lo que junto a la diversidad de colectivos ciudadanos fortalece el capital social y fomenta la innovación).
Bajo estas premisas cabe preguntarnos, ¿son nuestras ciudades resilientes? Hoy por hoy distan de serlo ya que desde la revolución industrial las ciudades han evolucionado en sentido contrario. Por un lado, su crecimiento en extensión y población -con el consecuente incremento en el consumo de recursos- y, por otro, el distanciamiento de la dicotomía campo-ciudad ha causado que las ciudades estén lejos de ser autosuficientes, como ocurría con las ciudades medievales, que se abastecían de las materias primas que ofrecían las tierras de alrededor. A esto se suma, entre otras cosas, la especialización y segregación de actividades en los entornos urbanos, el crecimiento de las grandes corporaciones en detrimento de las pequeñas y medianas empresas y de los comercios de proximidad y la falta de mecanismos efectivos y verdaderos de participación ciudadana, a pesar de las buenas intenciones de muchos municipios de desarrollar planes de participación como las Agendas 21 Locales, que en algunas ocasiones han correspondido a una verdadera voluntad de hacer partícipe a la ciudadanía y en otras ha sido más una estrategia de “marketing verde” municipal.
Pero también son significativas las iniciativas que se han puesto en marcha en muchas ciudades y que están “construyendo” resiliencia urbana. Huertos urbanos y periurbanos, iniciativas de consumo de proximidad como mercados de venta directa y grupos de consumo, cooperativas de trabajo, instalación de equipos de autoproducción energética, recuperación de espacios para el uso y disfrute de la ciudadanía… De todo ello hablaremos en próximas entradas, desgranando poquito a poco todos aquellos aspectos de los entornos urbanos que hacen que nuestras ciudades sean más resilientes.
[1] Berkes, F., Colding, J. y Folke, C., 2003. Navigating Social-ecological Systems. Building Resilience for Complexity and Change. Cambridge University Press, Cambridge.
[2] Ídem; Hopkins, R., 2008. The Transition Handbook. From Oil Dependency to Local Resilience. Green Books, Totnes; y Walker, B. y Salt, D., 2006. Resilience Thinking. Sustaining Ecosystems and People in a Changing World. Island Press, Washington.