Ante la problemática socio-ambiental de los entornos urbanos surgen diferentes modelos e ideales para transformar nuestras ciudades en lugares más habitables y sostenibles. Una de las etiquetas que ha ganado una gran popularidad en los últimos años, y que se relaciona a menudo con la sostenibilidad urbana, es la de smart cities (ciudades inteligentes). En este marco numerosos municipios de todo el mundo desarrollan estrategias en las que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son las protagonistas, con el fin de mejorar la calidad de vida de sus habitantes y la eficiencia en el consumo de recursos de la ciudad. Sin embargo, es un concepto para el que no existe una definición clara y concisa, existiendo diversas aplicaciones, interpretaciones y visiones del mismo.
A diferencia de otros conceptos relacionados con el mundo urbano, el de smart cities no ha sido un concepto académico que progresivamente haya trascendido a la gestión política y que, posteriormente, haya llamado la atención de agentes económicos; sino que ha sido el sector económico, a manos de unas cuantas empresas multinacionales, las que han popularizado el concepto. Así, bajo este paraguas se esconden intereses económicos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la ciudadanía, llegando incluso a despolitizar los problemas socio-ambientales convirtiéndolos en problemas que pueden solventarse únicamente con soluciones tecnológicas.
Algunos autores han analizado tanto lo que significa el concepto de smart city para la ciudadanía como su papel en el desarrollo de la smart city. Todos ellos ponen de relieve la desconexión de la smart city con la ciudadanía. […] Es un término oscuro, distante y abstracto, con el que los ciudadanos no están familiarizados. Un modelo que da protagonismo a la tecnología y relega a la ciudadanía a un segundo plano en la solución de los problemas socio-ambientales de los entornos urbanos. El ciudadano pasa a ser de un sujeto activo en el funcionamiento y desarrollo de la ciudad a mero receptor de los beneficios de las TIC.
La smart city pretende ser un término que una desarrollo económico y sostenibilidad socio-ambiental a través de la tecnología. Sin embargo, mientras el foco siga puesto en esta última y no en la ciudadanía, corremos el riesgo de convertir los entornos urbanos en espacios altamente tecnificados que no respondan a las necesidades ciudadanas.
Cada vez son más las voces que se alzan alarmando del peligro que las smart cities, bajo su discurso dominador en el que el foco está puesto en la tecnología y no en la ciudadanía, suponen para la sostenibilidad socio-ambiental de los entornos urbanos. Desde diferentes perspectivas, aclaman que una ciudad no puede ser inteligente sin la inteligencia de su ciudadanía, introduciendo el término smart citizens (ciudadanos inteligentes) para remarcar la importancia del papel que juegan las personas en el desarrollo de la ciudad.
Una visión tecnificada de este protagonismo ciudadano en la smart city parte de la premisa de que la tecnología, para que sirva al fin para la que fue creada, debe ser utilizada, de forma intencionada o no, por la ciudadanía. Ciudadanos que se conectan y comunican con otras personas a través de su teléfono móvil, tablet, ordenador, etc., o que sirven como sensores que recolectan información a través de sus dispositivos móviles y que es recogida y almacenada por gobiernos y empresas para sus propios fines. Aunque esta concepción de los smart citizens pone de relieve la importancia de la ciudadanía en el desarrollo de las smart cities, sigue relegándolo a un segundo plano, considerando a los ciudadanos y ciudadanas meros usuarios-consumidores de las TIC.
Una segunda perspectiva del concepto de smart citizens considera la participación de la ciudadanía en el diseño, desarrollo e implementación de soluciones a los problemas socio-ambientales de la ciudad. Devuelve el protagonismo a los ciudadanos y ciudadanas frente a la tecnología, considerando que aquellas actuaciones diseñadas entre todos los actores afectados legitiman dichas actuaciones, responden a las necesidades ciudadanas y, por tanto, acaban siendo más duraderas en el tiempo.
Si trasladamos este concepto de la esfera más puramente institucional, en la que los procesos participativos se ponen en marcha cuando la administración competente así lo desea, a la esfera de la participación ciudadana surgida de los movimientos sociales, podemos identificar a los smart citizens con ciudadanos comprometidos, implicados y activos que trabajan conjuntamente en la construcción de soluciones ante la problemática socio-ambiental de su entorno más próximo. Así, el concepto de smart citizens se identifica con la inteligencia colectiva, surgida a través del intercambio de información de la ciudadanía y el trabajo en red en un espacio determinado. Este espacio puede ser digital, pero también físico, siendo la conjunción de ambos la que ayuda mayormente a fortalecer dicha inteligencia.
Esta entrada ha sido publicada de forma simultánea en la web de Ciudad Sostenible es un extracto del artículo “De las smart cities a los smart citizens. La ciudadanía frente a la tecnología en la construcción de resiliencia urbana” escrito por Marta Suárez para “URBS. Revista de Estudios Urbanos y Ciencias Sociales” y publicado el 2 de noviembre de 2016.